JENKINS Y LOS ROLLING STONES

Jenkins in Swinging London

En general se desconoce que a Peter Jenkins, fundador del YES QUEST, se le ofreció una vez la posibilidad de administrar a los Rolling Stones. Esta es la historia.

Era al inicio de los sesenta, el amanecer del Cadencioso Londres, y Jenkins era un joven buscando su camino en el mundo, en busca de fama y fortuna en publicidad y promoción, alrededor del negocio del show y los medios.

Un día fue invitado a ir y mirar la decoración de un club llamado “LA ESCENA”, propiedad de su amigo y cliente, Ronan O’Rahilly, el hombre que comenzó la estación de radio pirata Radio Caroline.

El club estaba en un sótano y la decoración parecía diseñada para lograr el efecto de una cueva subterránea, un interior de roca falsa cubierta con papel de plata. Los cubículos donde la gente se sentaba a beber su café estaban hechos para que parecieran pequeñas cuevas.

“¿Qué piensas de mi club?” Preguntó Ronan.

“Se parece a la gruta de Santa.” dijo Jenkins.

Mientras Ronan digería este comentario, tratando de averiguar si era bueno o no, una figura grande y desordenada surgió de las sombras diciendo, ‘Oye baby, me gusta la forma en que piensas…podemos trabajar juntos.’

Este hombre era Giorgio Gomelsky. Tenía unos 30 años y era de buena presencia, ataviado en su moda oscura, arrugada e indiferente. Parecía como uno de los tres mosqueteros salido de la nada. Estaba rodeado de una nube de humo de los cigarrillos Gauloise que incesantemente fumaba y se mantenía echando las cenizas a su traje debido a que gestionaba ampliamente con sus manos.

Él y Jenkins se compenetraron instantáneamente y se fueron juntos a tomar un trago, dejando a Ronan contemplando su gruta. Ellos intercambiaron las historias de sus vidas. Giorgio era originariamente ruso, de Georgia, pero lo habían criado en una pequeña aldea en Italia. Había llegado a Inglaterra hacía unos diez años, lo que explicaba su algo errático inglés. Había sido editor de películas, pero ahora se estaba moviendo en la administración de grupos de rock y produciendo grabaciones.

Él tenía mucho entusiasmo en relación a uno de sus grupos en particular. “Va a ser el más grande de todo el mundo, baby,” se mantuvo diciendo.

El nombre de su grupo era Los Rolling Stones. Jenkins nunca había oído de ellos, sin embargo, le permitió a Giorgio convencerlo de ir con él a verlos actuar en su Club Crawdaddy en el Hotel Station en Richmond donde tocaban todos los domingos por la noche.

Cuando Jenkins llegó al hotel, Los Rolling Stones ya estaban tocando. Giorgio estaba en la puerta cobrando. “Dale baby. Entra,” Giorgio le rogó, y Jenkins entró.

Había unas veinte personas con apariencia de estar aburridas en el salón y este grupo de cinco hombres en la escena. Jenkins no recuerda exactamente que número estaban tocando. Era algún ritmo y algo como de blues, pudiera haber sido “I’m a King Bee, Baby” o “Walking the Dog” o “Little Red Rooster”. Jenkins captó la escena en un santiamén y salió.

“Bueno, ¿que piensas de ellos?” Preguntó Giorgio.

“Ya veo por qué te sientas afuera.” dijo Jenkins.

“No, baby, en serio. ¿No ves el potencial? Van a ser el grupo más grande del mundo.”

Y así fue, la audiencia creció y creció y el Club Crawdaddy de Giorgio se mudó al más amplio Club Atlético de Richmond, donde se formaba una larga cola antes de cada función.

Debido a que él y Giorgio se hicieron buenos amigos y trabajaron juntos por un número de años, tuvo que ver bastante con los Stones. Ellos tenían un apodo para él. Le llamaban ‘Scarlet’. ¿Por qué le llamaban “Sacarle”?, y si era algo bueno a o no, nunca lo supo.

***

Con todo este éxito era tiempo para que Giorgio firmara un contrato formal con su grupo. Por lo que un día Giorgio y Jenkins fueron al apartamento de los Trolling Sones en Edith Grove Fulham, contrato en mano. Giorgio notó un cubo plástico rojo en el umbral. Era su cubo plástico rojo que le había prestado a los Sones con carácter devolutivo, para que lo usaran cuando anduvieran pegando carteles anunciando sus próximas presentaciones.

El cubo estaba lleno de pegamento solidificado, encima del cual había crecido algo de moho, y otros objetos desagradables habían sido deliberadamente adicionados a la mezcla para crear la más tonta de las pócimas posibles.

Esta fue una terrible afrenta para la sensibilidad de Giorgio. “Estos idiotas”, protestó, “han estado cultivando algo en mi cubo plástico. No firmaré un contrato con estos idiotas”. Y giró sobre sus talones y se marchó.

Al ir hacia el auto de Giorgio, a éste le llegó un súbito pensamiento. “Jenkins”, dijo. “tu no tienes ningún grupo, ¿no es verdad?”

Era la pura y vergonzosa verdad. Jenkins no tenía grupo alguno. Ni uno solo. Él bajo su cabeza.

“¿Y los Sones, Jenkins? ¿Cuánto me darás por los Sones?”

Jenkins pensó rápidamente. El realmente debía tener un grupo. Todos los demás lo tenían. “Ok Giorgio, te daré doscientas libras.”

“Oooooh Jenkins. Ellos puede que sean idiotas, pero son buenos muchachos. Doscientas libras no es suficiente.”

Así que lo dejaron, y un par de meses más tarde Andrew Oldham logró el contrato. El resto es historia.

Jenkins and the Stones

***

Jenkins finalmente emigró a Australia donde, en el momento que me contó esta historia, estaba viviendo en una colina en Dapto, cerca de Wollongong. Una vez me dijo que había tenido ciento veinte empleos en su vida y que lo habían despedido de sesenta. También pudo nombrar un número de otros trabajos para los cuales presentó solicitud no siendo aceptado y estos incluyen barredor de calles y conductor de tranvía.

Por otro lado, tuvo un número de muy buenos empleos. Fue administrador de Promociones con la organización de Rupert Murdoch y director de Publicidad para el Festival de Sídney, pero ahora se retiró de todo eso a su casa en la colina de Dapto con su esposa y tres hijos y un cuarto en camino. Se ha convertido en un estudiante de edad madura en la Universidad de Wollongong, justo en la punta de la sociedad post-industrial, un pionero en el campo de la educación/red de ocio, un vendimiador en el viñedo del impacto social de la nueva tecnología. En otras palabras, un sempiterno estudiante.

¿Sintió alguna vez una punzada de pena al leer en el periódico que Los Rolling Stones habían tenido ingresos brutos por otros $200 millones de su gira? ¿Que una buena tajada de ese dinero hubiera sido de él? ¿Alguna vez pensó si había tomada la decisión correcta?

Si le pesó, lo escondió bien. Alto en su colina sobre Wollongom, podía permitirse ser filósofo. En la tarde, cuando se ponía el sol detrás de la escarpa  y los canguros saltaban a través de su jardín, podía reflexionar que, después de todo, el dinero no lo es todo. Rodeado de esposa e hijos, con cariño y hogar seguros, contento después de su día de honesto esfuerzo escribiendo ensayos, podía concluir que ciertamente su destino se había salvado por un pelo.

Piense en el verdadero infierno que pudo haber sido su vida, el inagotable tormento, el incesante conteo del dinero, las riñas, las agujas y el alcohol, los suicidios y las sobredosis, la interminable observación del grillo con Mick Jagger, la frenética actividad, el absoluto aburrimiento. El insoportable hastío y triturante esfuerzo de abrirse paso a través de las interminables colas de jadeantes fans. El estrés, la tensión, las tentaciones. Ah, no ciertamente se salvó por un pelo.

Giorgio continuó administrando otros grupos, incluyendo a  los Yardbirds, y aun puede oírse su disco, “Still I’m Sad” con un tipo de canto gregoriano de fondo en una rica voz de bajo.

 

UNA NOTA DE PETER: 45 AÑOS DESPUÉS…

Hace alrededor de 45 años, Harris Smart me entrevistó sobre mi tiempo en la industria musical del Londres de los sesenta, y escribió varios artículos sobre mi experiencia con la radio pirata Sation, Caroline, Grabaciones Polydor y esta sobre los Stones. Dos de ellas se publicaron en la revista Billy Blue y compartimos el dinero.

Estos sucesos estaban todos pasando alrededor del tiempo en que me uní a Subud. En eso primeros días del latihan escasamente puedo recordar quién era yo o qué estaba arriba y qué abajo.

Poco después del episodio de los Stones, logré un lucrativo contrato de cinco años con Ronan O’Rahilly para dirigir ‘Caroline Promotions Pty Ltd’, el brazo mercantil de Radio Caroline. Pero luego de unos pocos meses era demasiado, por lo que conseguí un empleo barriendo hojas en los Jardines Kensington.

Giorgio se acercó un día por los Jardines y dijo. “Jenkins…tengo un trabajo para ti”.

Y dije, “Déjame aquí con las hojas, Giorgio. Soy feliz.”

Él dijo, “Te pagaré lo que quieras”. Así que dejé de barrer hojas para unirme a él en Publicidad Paragon, una compañía financiada por Polydor Records para promover sus productos, que incluía las etiquetas Track y Atlantic con Crema, Jimi Hendrix y Otis Redding. Luché para equilibrar la ronda inicial de purificación Subud y la vía rápida, pero la mayoría de los días regresaba a casa a las 2 pm, echado en el asiento trasero de un taxi.

“Jenkins fue uno de los más brillantes jóvenes en Londres,” le dijo Giorgio a un amigo unos años más tarde, “Y entonces se unió a Subud.”

Cuando recibí mi nombre Subud de Bapak, decidí cortar todos los contactos con mis viejos amigos y con mi vieja vida. No mucho tiempo más tarde, otra carta de Bapak me envió a Australia, donde durante siete años el único trabajo que podía soportar era limpiar, jardinería y trabajos muy básicos de administración.

Pero hace un par de años sentí la necesidad de hacer contacto nuevamente con Giorgio, luego de un intervalo de 38 años.

No fue muy difícil. Entré a Google y seguí su carrera en la industria musical desde Londres a Paris durante un número de años, y entonces Nueva York.

Peter Jenkins

Fue muy agradable. Conversamos en línea y Giorgio, que había celebrado su cumpleaños setenta y cinco me sugirió escribir una memoria de esos días juntos, en forma de conversación por correo electrónico.

Escribí varios episodios y a Giorgio le encantaron. Había prometido hacer su contribución pronto, pero aun la estoy esperando.

La necesidad de contactar a Giorgio y el resultante intercambio fue extrañamente satisfactoria, trazando una línea debajo de una vida previa.